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Discursos con humor, un tema muy serio

Por muy improvisado que parezca el discurso, los buenos relatos exigen mucha elaboración, como el reciente discurso distendido del presidente de los EEUU durante la Cena Anual de los Corresponsales

La pasada semana tuvo lugar en Washington la Cena Anual de los Corresponsales, uno de los acontecimientos sociales más importantes que tiene lugar en la capital estadounidense y, probablemente, uno de los eventos comunicativos de contenido global más notorios, dada la resonancia mediática que alcanza en todo el mundo.

El acto, organizado por la Asociación de Corresponsales, sirve para reconocer la excelencia en el trabajo informativo de los periodistas acreditados en la Casablanca, en diferentes categorías, cada una de las cuales lleva el nombre de algún célebre informador o personaje americano (Aldo Beckman, Merriman Smith, Edgar A. Poe...).

Asimismo permite la concesión de una veintena de becas a los estudiantes de periodismo que más han destacado en el ámbito universitario, gracias precisamente a los ingresos que genera el evento, con asientos altamente cotizados (aproximadamente unos 300 dólares el cubierto).

Su convocatoria, además, constituye un espectáculo glamouroso, que cada vez se asemeja más a la entrega de los Oscar, con vestuarios de firma, alfombra roja y photo call incluidos, por donde pasan 'celebrities', políticos, empresarios y modelos. Nadie que se precie de formar parte de los círculos del poder desea perderse esta ceremonia.

Este año, por ejemplo, han desfilado por la Cena de los Corresponsales famosos tales como Will Smith, Kendal Jenner, Helen Mirren, Adriana Lima, Emma Watson, Carrie Fischer o Sofía Vergara, además del secretario de Estado John Kerry, Bernie Sanders o la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde. La velada siempre es conducida por alguna figura muy reconocida por el público estadounidense, que en la pasada edición fue Larry Wilmore, conductor de "Nightly Show" en Comedy Central.

Con todo, lo que le confiere a esta cita un desorbitado interés planetario es la presencia del líder del mundo libre, quien desde hace años –la asociación se creó en 1914– concentra por completo la atención de los focos, gracias sobre todo a las brillantes intervenciones –divertidas y ácidas– que se han producido en su dilatado recorrido.

En sus alocuciones, por tradición, los mandatarios, sean republicanos o demócratas, amparados en un tono distendido, no dejan títere con cabeza, aprovechando la asistencia a la cena del 'stablishment' asentado en la capital americana.

En la edición organizada el 30 de abril, el blanco de las bromas de Obama –en la última cena de su mandato– ha sido fundamentalmente Donald Trump, aunque ha habido "caña" para todos: Bernie Sanders, Hillary Clinton... Y él propio Obama, por supuesto. También es de las pocas oportunidades que tiene el presidente de desquitarse de la prensa, igualmente objetivo de los dardos presidenciales emponzoñados de gracejo.

Pero, ¿cómo se prepara este discurso? ¿Existe algún margen para la improvisación? ¿Disponen los mandatarios americanos de algún don innato? ¿Han sido ungidos por la gracia espontáneamente? Las respuestas a todas estas cuestiones es simplemente no.

La clave de estas comparecencias, como en todas las intervenciones públicas, es la preparación. Máxime cuanto intermedia el humor, cuyo empleo ha de estar medido y calibrado, pues un uso indebido de su fórmula entraña muchos riesgos. Riesgos que se amplifican infinitamente cuando se trata del comandante en jefe de los EE.UU.

La preparación de la exposición pública del presidente comienza, por lo general, un mes antes de la celebración de esta gala, que es el tiempo estimado por el equipo asesor del presidente para su correcta elaboración, apenas unos pocos días menos que lo que se tarda en la redacción del discurso del Estado de la Unión. Ahí es nada.

De acuerdo con los asistentes del presidente Obama, en primer término se esbozan un centenar de ideas o gags, un número que gradualmente se va reduciendo hasta alcanzar la veintena. El origen de las propuestas de contenido es diverso y todo sirve a la hora de preparar el relato presidencial; además de sesiones específicas de trabajo, también pueden haber surgido en la elaboración de discursos formales. Incluso de anotaciones tomadas en charlas informales con el propio Obama. O directamente replicadas de otros episodios, como este año fue el "Mamba Out" de Kobe Bryant.

En el caso de Obama, en la redacción participan David Axelrod (una de las personas de confianza de Obama), y sus habituales redactores, Jon Favreau y Jon Lovett. A veces, cómo no, buscan la colaboración de algunos de los humoristas habituales de programas tales como "Saturday Night Live" o "The Daily Show". De hecho, todavía son recordados el "traductor de la ira" de Obama presente en la cena de 2015 o el doble de George W. Bush en la gala de 2006.

Una semana antes del discurso, le presentan las ideas al presidente, quien a menudo puede reelaborarlas hasta unas horas antes de su comparecencia, según explican sus asesores. En fin todo muy improvisado en apariencia, aunque en verdad cuidadosamente elaborado en todos sus detalles. Porque así son los buenos relatos.

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